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Todos somos conscientes de que el deporte ayuda a desafiar nuestros límites físicos y nuestra fuerza de voluntad. Sin embargo, normalmente no nos damos cuenta de que nuestras capacidades cognitivas también se ven llevadas al límite por las exigencias de la competencia. Al igual que las exigencias físicas del deporte, éstas van mucho más allá de lo que experimentamos en la vida cotidiana normal y con una frecuencia sorprendente.
Albert Einstein dijo una vez : "Uno debe desarrollar un instinto para lo que apenas puede lograr con sus mayores esfuerzos". Aquí revelaremos tres formas en que los deportes presentan al cerebro oportunidades para realizar dichos esfuerzos.
En los deportes las cosas suceden rápido. Ésta es una de las razones por las que asociamos reacciones más rápidas con un mejor rendimiento en el campo. Aunque a veces lo parezca, las acciones no suceden por sí solas. Antes de ejecutar acciones deportivas, los procesos perceptivos y cognitivos deben primero absorber información sensorial, interpretarla, hacer predicciones sobre resultados futuros y luego formular una decisión sobre cómo actuar.
En la mayoría de las situaciones del día a día, hay poca presión de tiempo, como decidir si preparar una taza de café o una taza de té. Por el contrario, los deportes a veces requieren que decisiones críticas y respuestas de acción se procesen en apenas décimas de segundo. Ejemplos clásicos aquí son devolver un servicio de tenis o golpear un lanzamiento de béisbol. Para el juego dinámico en deportes de equipo como el baloncesto, es necesario realizar innumerables acciones-respuestas de manera extremadamente rápida y continua, o incluso simultánea.
Sentir, percibir, evaluar y luego actuar a velocidades tan altas exige al cerebro hasta sus límites. La ventaja de la velocidad de reacción no proviene tanto de qué tan rápido se mueve un atleta, sino de qué tan rápida es la velocidad de procesamiento de su cerebro.
Para la mayoría de las personas, la "memoria de trabajo" evoca pensamientos de tener en mente un número de teléfono. De hecho, es mucho más que memoria : la parte de "trabajo" es fundamental. Piense en ello como una especie de multitarea mental. No sólo necesitamos mantener varias piezas de información accesibles en el frente de nuestra mente, sino que también necesitamos realizar operaciones cognitivas sobre ellas, manipulándolas o transformándolas de manera que produzcan algo útil para nosotros.
En los deportes, necesitamos hacer esto para muchas cosas que suceden a nuestro alrededor, de manera simultánea y rápida. Las demandas dependen de cuántas cosas diferentes deben tenerse en cuenta y de lo complejo que sea procesarlas de manera significativa.
Un ejemplo sencillo es el de un portero de fútbol que tiene que predecir qué jugador tiene más probabilidades de disparar a su portería.
Si hay dos jugadores, el portero debe mirarlos a ambos y determinar quién tiene más probabilidades de disparar, lo que normalmente incluiría evaluar lo siguiente.
En cuestión de segundos, un portero de nivel profesional hará estas evaluaciones, luego las guardará en su mente para compararlas entre sí, determinará la mayor amenaza y luego tomará medidas para estar listo para detener el tiro de ese jugador.
Por supuesto, puede resultar mucho más complicado que simplemente anticipar a dos jugadores. Predecir lo que harán los oponentes, o cómo se desarrollará una jugada, incluso dentro de unos minutos, aumenta exponencialmente la carga sobre la memoria de trabajo. Tener un buen desempeño en cualquier deporte en el que suceden muchas cosas y la acción cambia todo el tiempo implicará enormes exigencias en la memoria de trabajo.
No hay muchas situaciones en la vida en las que tengas que concentrarte intensamente mientras realizas acciones complejas y luego hacerlo repetidamente durante una hora o más. Conducir es probablemente el contendiente más cercano. Dicho esto, para satisfacer las exigencias de las competiciones deportivas, tendría que ser algo así como una persecución de coches al estilo de una película.
Aunque el cerebro ocupa sólo el 2% de nuestro peso corporal, es un horno de glucosa que quema alrededor del 20% de nuestra energía total y hasta un tercio de nuestro ATP. En los deportes físicamente exigentes, la fatiga ejerce presión sobre los niveles de energía del cuerpo, además de enviar una gran cantidad de ruido sensorial interno a nuestro cerebro.
Esto, combinado con las exigencias de repetidos episodios de intensa concentración, es una razón clave por la que los errores de la competencia a menudo ocurren en las últimas etapas: un descuido crítico en la atención y el juego termina. Si a esto le sumamos la montaña rusa emocional que pueden traer las dimensiones psicológicas de la competencia, la capacidad de cualquier persona para mantener la concentración mental se pone a prueba bajo una presión real.
Hay otras formas en que los deportes involucran activamente al cerebro. Sin embargo, cuando combinas solo la velocidad de procesamiento, la memoria de trabajo y la atención sostenida, ya tienes una gran receta para ejercitar las capacidades mentales. No es sorprendente que las investigaciones muestren que la actividad deportiva puede mejorar las funciones mentales y conducir a mejores resultados de salud cognitiva. Así que la próxima vez que entrenes o compitas, ¡piensa en los beneficios entre las orejas!
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