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La velocidad siempre se inicia a través de procesos cognitivos, depende de que se activen suficientes recursos mentales que luego distribuyan las respuestas nerviosas y musculares necesarias en muchas partes del cuerpo físico al mismo tiempo. Los aumentos sustanciales de velocidad deben provenir de un enfoque de entrenamiento que perfeccione esta coordinación sincrónica de la cognición y la actividad física. Es mucho más que sólo músculos rápidos. Aquí cubriremos mis principios fundamentales para dominar el papel atlético de la velocidad.
La velocidad se puede mejorar con el procesamiento cognitivo, que puede aumentar la eficiencia en todo el sistema físico. También es clave desde un punto de vista biomecánico: los movimientos rápidos no son útiles a menos que sean movimientos precisos. Esto permite mayores proporciones de esfuerzo muscular porque el cuerpo ha aprendido a posicionar con precisión la estructura esquelética y la tensión muscular en cada momento para obtener una fuerza óptima.
Un ejemplo cotidiano de cómo el cerebro y el sistema nervioso central mejoran el movimiento físico más rápido se ve con un ejercicio simple como levantarse desde una posición en el suelo. Esta es una experiencia sensorial que involucra factores como la percepción, la propiocepción y el equilibrio, incluso del sistema vestibular (oído). Si se prueba a la mayoría de los atletas desde una posición acostada boca abajo con los brazos estirados hacia adelante y las manos hacia abajo, a menudo sorprende lo ineficientes que son. Luego, cuando se les practica repetidamente la tarea aparentemente simple, sus respuestas cerebrales y nerviosas se conectan para involucrarse en estos procesos de manera más efectiva. Muy rápidamente se vuelven más eficientes y más rápidos. En este caso, la aptitud muscular no cambia, a diferencia del cerebro.
Esta idea se expande más ampliamente. Para alcanzar velocidades cada vez más altas, el cerebro debe conocer la mejor posición para que cada parte del cuerpo trabaje desde y hacia, y luego, a través de una cognición rápida, excitar impulsos al sistema físico en escalas de tiempo más cortas para satisfacer las demandas de fuerza continua. Para operar más allá de los umbrales normales, la actividad misma debe convertirse en un proceso innato de todo el sistema físico. Por eso la velocidad es uno de los aspectos del rendimiento más complejos de entrenar: lo involucra todo.
Para entrenar la velocidad del movimiento de manera efectiva en muchas acciones, primero debemos entrenar el cerebro para que comprenda con precisión cada forma de ejercicio. Esto significa aprender sin complejidad sensorial innecesaria, como peso extra o demasiada velocidad, antes de que se establezca adecuadamente una base de coordinación.
Luego, a través de una progresión estrechamente monitoreada, se construye la forma perfecta con pequeños aumentos en factores como la velocidad, el peso o la complejidad del movimiento. Estos deben ser parte de una metodología de sobrecarga progresiva total. Este es un concepto fundamental, porque el principio de entrenamiento con sobrecarga debe aplicarse tanto a los recursos mentales como a los físicos.
Básicamente, se trata de recursos compartidos en un único sistema combinado. La clave es controlar las variables individuales que contribuyen a cuán desafiante sea cada ejercicio para cada atleta, en cada paso de su entrenamiento. No se trata simplemente de aumentar la fuerza o el esfuerzo, se trata de la interacción sutil de los estímulos cognitivos y físicos, y de la adaptabilidad a ellos a través del condicionamiento. El objetivo es hacer que los ejercicios de entrenamiento sean multifuncionales, paso a paso.
En este sentido, vale la pena pensar en los ejercicios de entrenamiento como una asimilación cognitiva de los ejercicios en sí. Esta asimilación proporciona la base sobre la cual la velocidad puede progresar efectivamente.
En este enfoque más amplio de sobrecarga progresiva, ahora podemos ver que agregar desafíos sensoriales más complejos puede ser tan o más importante que simplemente aumentar los factores físicos. Por ejemplo, probar el equilibrio, la percepción, la conciencia y la toma de decisiones durante los ejercicios aumenta la carga de rendimiento total de un ejercicio, lo que afecta directamente la velocidad de las respuestas físicas. Este impacto también puede ser una medida de la preparación para el desempeño; como sabemos, las presiones mentales de la competencia son una gran amenaza para el desempeño de las habilidades.
Finalmente es fundamental reconocer que la concentración total en un ejercicio es de absoluta importancia. Es sorprendente cuánta ayuda pueden necesitar los atletas en esta disciplina. Todo su sistema debe estar activo y sintonizado para que cada momento del entrenamiento sea lo más eficiente e impactante posible en el rendimiento. En última instancia, simplemente seguir los movimientos de los ejercicios no es suficiente para sobresalir. Esta es una de las razones por las que creo que los levantamientos olímpicos son ejercicios de potencia invaluables: con el envión, el atleta debe estar totalmente concentrado y comprometer todo su sistema.
Desde el punto de vista general de los entrenadores, este enfoque significa 1) simplificar cuidadosamente todos los ejercicios y luego utilizarlos de manera que se aplique la carga total correcta, 2) enseñar a los atletas a concentrarse en cada aspecto del ejercicio y dominarlo a través de sus sistemas sensoriales combinados. y 3) desarrollar continuamente las bases de la velocidad a través del entrenamiento en el umbral de todos los componentes cognitivos y físicos necesarios involucrados en un ejercicio. Es con este enfoque de cambiar constantemente los límites del rendimiento a lo largo del tiempo que los atletas pueden lograr ganancias sin precedentes en velocidad que pueden transferirse a la competencia.
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